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sábado, 24 de abril de 2010

Amores equivocados



Al llegar la noche, mira hacia el cielo, dejándose encantar por la silueta de esa exótica dama. Su cuerpo vibra al ritmo del paso de la sangre por sus venas, las plumas iluminan la terca oscuridad, mientras espera que ella aparezca. Se desespera, no puede concebir la idea de que esa noche no logre adorar la gloria de su existir.
Ella es tan cambiante, a veces se la ve entera, llena de fuerzas, sublime. Otras veces comienza a menguar en su existencia, tal vez el pasado la nubla, y hace que se desvanezca su fortaleza. Hay días en que no sabe de ella, y siente terror, su cuerpo se parte en mil pedazos ante el pensamiento de no volver a verla. Pero ella siempre lo sorprende, empieza poco a poco a dar señales, primero tímidamente se la ve aparecer en el cielo dibujando una línea curva, que a él le provoca una mezcla de entusiasmo y alegría.
Ella ríe, sabe muy bien que él esta escondido entre los pastizales, sus plumas brillantes lo delatan cuando ella lanza ríos de luz sobre su cuerpo. Y comienza el juego más hermoso jamás visto sobre este mundo, tan cargado de miserias, de voces que no se atreven a declarar verdades. Se hablan sin palabras, él le declara su amor con solo mirarla, ella en respuesta lanza hilos de luna que le acarician el cuerpo, él le pide que no lo deje, ella se sonroja ante tremenda muestra de amor. Debo partir le dice, sólo se me permite salir de noche, si el amo del universo descubre que vuelvo tarde a la casa del infinito seguramente nunca más permitirá que vuelva a visitarte. Y si yo no aparezco, ¿que será de los enamorados? esos que esperan mi presencia para decirse palabras de amor. ¿qué será de los lagos? cuando esperan ansiosos mi presencia para dibujar reflejos sobre sus aguas.
Él se entristece, siente celos desea poseerla solo para su vida. Siente que ella no le corresponde de la forma en que el la ama. Entonces toma una decisión, no quiere volver a verla. Hasta nunca le dice, si no puedo tenerte prefiero olvidarme que existes, y dejar que las horas acaben con mi desgraciada vida.
Ella no podía creer lo que escuchaban sus oídos, quiso hablar, pero él abrió sus hermosas alas y desesperadamente abandonó el lugar.


Desde aquella noche, la luna apagó su brillo, las estrellas se admiraban al notar que aquella dama tan hermosa envejecía con el pasar de los días.
En otro sitio del monte, bajo un árbol centenario, él agonizaba, su cuerpo había perdido vitalidad, sus plumas habían ennegrecido, no podía comer, mucho menos cantar. Sus allegados no comprendían que sucedía, trataron de mil maneras de levantarle el ánimo, pero todo era en vano, la muerte lo acechaba.
Entre delirios soñaba que su amor perdido descendía de los cielos y lo tomaba en sus brazos, que le susurraba al oído palabras de amor eterno, que acariciaba su rostro, que lo bañaba con pasión de luna. Pero la despertar se encontraba solo y sabiéndose morir, cerró sus ojos, pensó en su amada y permitió que el final de sus días se apodera de él.


Cada noche, la luna continúa con su trabajo de inspirar a amantes, a poetas, o a locos errantes. Ya no lo disfruta, sólo lo hace para ver si en algún momento su amado se hace presente.
Pero nunca llegó, pasaron los meses, los años, los siglos, ella sigue siendo la extraña y exótica dama que por las noches ilumina la tierra alumbrando cada rincón del mundo.
Él, por quererlo todo se quedó sin nada, prefirió morir a compartir, eligió la soledad a disfrutar de la compañía.
Amores equivocados.
Elecciones, el sendero que marca la vida.

ALMAMÍA

Autor: Valeria Vergara
Autor de la ilustración: Valeria Vergara

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