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sábado, 13 de marzo de 2010

Me doy permiso... Autor: Joaquin Argente



Me doy permiso para

separarme de personas

que me traten con brusquedad,

presiones o violencia.

No acepto ni la brusquedad

ni mucho menos la violencia

aunque vengan de mis padres

o de mi marido, o mujer.

Ni de mis hijos,

ni de mi jefe, ni de nadie.

Las personas bruscas o violentas

quedan ya,

desde este mismo momento

fuera de mi vida.

Soy un ser humano

que trata con consideración

y respeto

a los demás.

Merezco también

consideración

y respeto

Me doy permiso para

no obligarme a ser

“el alma de la fiesta”,

el que pone el entusiasmo

en las situaciones, ni ser la persona

que pone el calor humano en el hogar,

la que está dispuesta al diálogo

para resolver conflictos

cuando los demás

ni siquiera lo intentan.

No he nacido para entretener

y dar energía a los demás

a costa de agotarme yo:

no he nacido para estimularles

con tal de que continúen a mi lado.

Mi propia existencia, mi ser;

ya es valioso.

Si quieren continuar a mi lado

deben aprender a valorarme.

Mi presencia ya es suficiente:

no he de agotarme haciendo smá

Me doy permiso para

no tolerar exigencias

desproporcionadas

en el trabajo.

No voy a cargar

con responsabilidades

que corresponden a otros

y que tienen tendencia

a desentenderse.

Si las exigencias

de mis superiores

son desproporcionadas

hablaré con ellos

clara y serenamente.

Me doy permiso para

no hundirme las espaldas

con cargas ajenas

Me doy permiso para

no agotarme

intentando

ser una persona excelente.

No soy perfecto,

nadie es perfecto

y la perfección es oprimente.

Me permito rechazar las ideas

que me inculcaron en la infancia

intentando que me amoldara

a los esquemas ajenos,

intentando obligarme

a ser perfecto: un hombre sin fisuras,

rígidamente irreprochable.

Es decir: inhumano

Asumo plenamente mi derecho

a defenderme,

a rechazar la hostilidad ajena,

a no ser tan correcto como quieren;

y asumo mi derecho

a ponerles límites y barreras

a algunas personas sin sentirme culpable.

No he nacido para ser

la víctima de nadie.

Me doy permiso para

no estar esperando alabanzas,

manifestaciones de ternura

o la valoración de los otros.

Me permito no sufrir angustia

esperando una llamada de teléfono,

una palabra amable

o un gesto de consideración.

Me afirmo como una persona

no adicta a la angustia.

Soy yo quien me valoro,

me acepto

y me aprecio

No espero a que vengan

esas consideraciones

desde el exterior.

Y no espero encerrado o recluido

ni en casa,

ni en un pequeño círculo de personas

de las que depender.

Me doy permiso para

no estar al día

en muchas cuestiones de la vida:

no necesito tanta información,

tanto programa de ordenador,

tanta película de cine,

tanto periódico, tanto libro,

tantas músicas.

Decido no intentar absorber

el exceso de información.

Me permito no querer saberlo todo.

Me permito no aparentar

que estoy al día en todo

o en casi todo

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico.

No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan,

que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente

no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no.

Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Elijo lo que me da salud y vitalidad. Me hago más fuerte y más sereno

cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero

o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros.

No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy;

si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz,

yo estaré como estaré.

Me permito estar tal como me sienta bien

conmigo mismo y no como me ordenan

las costumbres y los que me rodean:

lo “normal” y lo “anormal”

en mis estados emocionales

lo establezco yo.

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