Vidas e Historias

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sábado, 20 de marzo de 2010

Una historia...la tuya... la mía


Un día cualquiera, de un año cualquiera, sucedió lo que voy a contar. Puede parecer que sólo narraré ficción, sólo puede parecer.
Cuando abrió los ojos, le sangraba la frente, se encontrada sumergida hasta la cintura en una mezcla de agua olorosa y deshechos orgánicos e inorgánicos. Todo era oscuridad, al mirar hacia arriba advirtió que un rayo de luz se metía inescrupulosamente en ese aposento de terror. Se sintió débil, el olor le cortaba la respiración, quiso gritar y nadie escuchó su voz, estaba demasiado sola.
No recordaba como había llegado hasta ahí, sólo supo que sus últimas palabras fueron: “Tengo derecho a decir no, a elegir mi camino”.
Trató de hacer memoria, y no pudo recordar nada. Dejó de pensar en ello, ahora tenía que utilizar toda su energía para salir de ese sitio tan profundo, oscuro y habitado por alimañas.
Miró sus manos, sucias y lastimadas, sus uñas llenas de barro, demostraban que en algún momento de su caída trató de defenderse, pero quién la arrojó allí seguramente fue mas fuerte que ella. Pensó en la posibilidad del ser humano de poder utilizar la fuerza de la palabra, y en aquellos que al no encontrar palabras utilizan la fuerza más primitiva, la de la violencia, violencia disfrazada de muchas formas.
Otra vez se alejaba de su meta, que era en ese momento sobrevivir, empezó a sentir que el piso lodoso que la sostenía se movía, sus pies se enterraban cada vez más. Una angustia opresiva la invadió, trató de tomarse de las paredes y éstas tampoco eran sólidas, caían a pedazos haciendo un terrible ruido a muerte sobre el fango que ya le llegaba al pecho.
En su mente recordaba sus últimas palabras... “tengo derecho...” y ahora estaba perdiendo el más importante de todos, el derecho a la vida, sintió que su agonía sería terrible, volvió a gritar, pero su garganta se cerraba caprichosamente.
Entró como en un ensueño, mientras se tomo de un pedazo de hierro que en su momento seguramente hizo de escalón de aquel pozo mortal. Y comenzó a recorrer sus últimos días, cada momento, cada despertar, cada rayo de sol que molestó a sus ojos perezosos, su café de la mañana, su llegada al trabajo, el trabajo... ese lugar que ella había elegido para realizarse, y que de a poco se fue convirtiendo en su propia cárcel, una cárcel algo encubierta, cuyos barrotes no eran de hierro, eran de silencios, eran de desacuerdos, eran de personas viviendo en islas propias, eran de personas que manipulan, eran barrotes de desvalorizaciones, eran cerraduras de deseos de superación.
Y fue justo en ese instante, cuando recordó todo, ella se animó a decir NO, a decir su verdad, a posicionarse en el lugar que le corresponde, a esperar que alguien le explique el porque de sus actitudes, a que alguien le guíe su labor, y le retribuya al menos con un gracias, todo aquello que ella daba a cambio de nada.
Y dijo no, y un fuerte grito junto a un rosario de reproches, la expulsó de la habitación, voló por los aires de esta humanidad con valores destruidos y cayó en el pozo, llamado mediocridad, y pensó, ¿es aquí el lugar dónde se está bien en estos tiempos?
Es aquí, un lugar donde aunque se huela mal, dónde se sienta que el piso no nos sostiene, dónde los desechos son las personas que ya cansadas de luchar por sus principios se conforman y forman parte del lodo, es el lugar oscuro, dónde entra poca luz para que no se vean las cosas, es el lugar dónde caen los que dicen no, los que luchan por sus derechos.
Pero se negó a pertenecer a ese sitio, dijo nuevamente NO..... y se despertó, era un sueño, en su boca como un susurro lleno de verdad se escuchó decir...”tengo derecho a decir no, a elegir mi camino”
Antes de caer al pozo, o de dejar que el pozo te trague, anímate a decir NO

sábado, 13 de marzo de 2010

Me doy permiso... Autor: Joaquin Argente



Me doy permiso para

separarme de personas

que me traten con brusquedad,

presiones o violencia.

No acepto ni la brusquedad

ni mucho menos la violencia

aunque vengan de mis padres

o de mi marido, o mujer.

Ni de mis hijos,

ni de mi jefe, ni de nadie.

Las personas bruscas o violentas

quedan ya,

desde este mismo momento

fuera de mi vida.

Soy un ser humano

que trata con consideración

y respeto

a los demás.

Merezco también

consideración

y respeto

Me doy permiso para

no obligarme a ser

“el alma de la fiesta”,

el que pone el entusiasmo

en las situaciones, ni ser la persona

que pone el calor humano en el hogar,

la que está dispuesta al diálogo

para resolver conflictos

cuando los demás

ni siquiera lo intentan.

No he nacido para entretener

y dar energía a los demás

a costa de agotarme yo:

no he nacido para estimularles

con tal de que continúen a mi lado.

Mi propia existencia, mi ser;

ya es valioso.

Si quieren continuar a mi lado

deben aprender a valorarme.

Mi presencia ya es suficiente:

no he de agotarme haciendo smá

Me doy permiso para

no tolerar exigencias

desproporcionadas

en el trabajo.

No voy a cargar

con responsabilidades

que corresponden a otros

y que tienen tendencia

a desentenderse.

Si las exigencias

de mis superiores

son desproporcionadas

hablaré con ellos

clara y serenamente.

Me doy permiso para

no hundirme las espaldas

con cargas ajenas

Me doy permiso para

no agotarme

intentando

ser una persona excelente.

No soy perfecto,

nadie es perfecto

y la perfección es oprimente.

Me permito rechazar las ideas

que me inculcaron en la infancia

intentando que me amoldara

a los esquemas ajenos,

intentando obligarme

a ser perfecto: un hombre sin fisuras,

rígidamente irreprochable.

Es decir: inhumano

Asumo plenamente mi derecho

a defenderme,

a rechazar la hostilidad ajena,

a no ser tan correcto como quieren;

y asumo mi derecho

a ponerles límites y barreras

a algunas personas sin sentirme culpable.

No he nacido para ser

la víctima de nadie.

Me doy permiso para

no estar esperando alabanzas,

manifestaciones de ternura

o la valoración de los otros.

Me permito no sufrir angustia

esperando una llamada de teléfono,

una palabra amable

o un gesto de consideración.

Me afirmo como una persona

no adicta a la angustia.

Soy yo quien me valoro,

me acepto

y me aprecio

No espero a que vengan

esas consideraciones

desde el exterior.

Y no espero encerrado o recluido

ni en casa,

ni en un pequeño círculo de personas

de las que depender.

Me doy permiso para

no estar al día

en muchas cuestiones de la vida:

no necesito tanta información,

tanto programa de ordenador,

tanta película de cine,

tanto periódico, tanto libro,

tantas músicas.

Decido no intentar absorber

el exceso de información.

Me permito no querer saberlo todo.

Me permito no aparentar

que estoy al día en todo

o en casi todo

Me doy el permiso más importante de todos: el de ser auténtico.

No me impongo soportar situaciones y convenciones sociales que agotan,

que me disgustan o que no deseo. No me esfuerzo por complacer.

Si intentan presionarme para que haga lo que mi cuerpo y mi mente

no quieren hacer, me afirmo tranquila y firmemente diciendo que no.

Es sencillo y liberador acostumbrarse a decir “no”.

Elijo lo que me da salud y vitalidad. Me hago más fuerte y más sereno

cuando mis decisiones las expreso como forma de decir lo que yo quiero

o no quiero, y no como forma de despreciar las elecciones de otros.

No me justificaré: si estoy alegre, lo estoy; si estoy menos alegre, lo estoy;

si un día señalado del calendario es socialmente obligatorio sentirse feliz,

yo estaré como estaré.

Me permito estar tal como me sienta bien

conmigo mismo y no como me ordenan

las costumbres y los que me rodean:

lo “normal” y lo “anormal”

en mis estados emocionales

lo establezco yo.

domingo, 7 de marzo de 2010

Ser Mujer


Ser mujer, un designio de la naturaleza, que fortuitamente determinó en el momento justo que dos X se juntaran... allí termina la historia y justamente allí comienza.

Ser mujer, en un mundo distinto al que vivieron nuestras abuelas, o más aún al que vivieron mujeres anteriores a ellas.

Ser mujer hoy, es complicado pero no imposible. Novias, esposas, madres, profesionales, tías, abuelas, madrinas, hijas, amigas, podemos eso y mucho más. Nada de sexo débil, creo que somos el sexo fuerte, por esas madres que luchan, por esas mujeres que llevan solas hogares adelante, por esas mujeres que son profesionales y dan la vida en su trabajo, para luego volver a casa y cambiar pañales, barrer pisos, ayudar a hacer tareas a sus hijos, ser buenas cocineras y luego amar a su compañero de la vida.

Ser mujeres, hacer un ritual cada vez que salimos a la calle, ver que todo esté en orden, el cabello, las uñas, la ropa, los zapatos, tener todo listo en al cartera, esa cartera que es una caja de Pandora, dónde nunca está lo que buscamos al alcance de la mano, lo que origina una guerra entre la mano y cada objeto que habita ese lugar tan privado.

Ser mujeres, muchas veces discriminadas, otras discriminadoras... ganamos un sitio en la sociedad, vivimos la lucha eterna entre la vida cotidiana y los logros personales, tenemos que ser hábiles para que la balanza se mantenga, porque no podemos darnos el gusto de descuidar lo que tanto luchamos por tener....

Ser mujer, amar, llorar, reír, gozar, disfrutar, gritar, insultar, parir, sufrir, madurar, caminar, luchar.... ser mujer, y hacerle honor a nuestra condición....

Hoy me declaro en libertad.... andaré descalza pisando el frío del suelo, dejaré mis cabellos alborotados, no me importará si la ropa me queda bien, comeré helado hasta hartarme, cantaré aunque mi voz atente contra todo vidrio sano, abriré mis alas, saludaré a la vida, me miraré las marcas que dejaron en mi los embarazos y me sentiré plena, recordaré ese primer llanto, esa primera vez que me dijeron te amo, que me dijeron mamá, que me dijeron me gustas, que me dijeron que bonita sos, que me felicitaron por mi actuación en el trabajo, recordaré algún piropo callejero de esos que hacen soltar una sonrisa, miraré fotos, recordaré con amor mi pasado...

Hoy estoy de fiesta, porque hoy estoy orgullosa de ser quien soy....

sábado, 6 de marzo de 2010

miércoles, 3 de marzo de 2010

Este mundo


Muchas veces me pregunto si este mundo me pertenece. ¿Acaso soy yo la que equivoca el modo de vivir? Lo que considero mi responsabilidad y parte del control de causa y efecto de mis actos, para otros son simplemente “obligaciones ajenas”.
Así transcurre la vida, dónde veo que muchos caminan la dirección que no camino, y me sigo preguntando si será que equivoqué el rumbo, si caminar a la inversa del resto no es un paso directo a la soledad y el aislamiento.
Muchas veces no puedo frenar lo que pienso, me siento hipócrita cuando no puedo decir lo que en mi despiertan ciertas actitudes, no me reo dueña de la verdad, pero si defensora de mi verdad, una verdad dúctil, que puede transformarse al leer actitudes y más aún cuando tengo la posibilidad de poder ver in-situ el desarrollo de las actitudes.
No puedo negar que sufro, que siento que no pertenezco a esta vida, que hay cosas que superan mi entendimiento, mi formación, que quiero salir corriendo cuando veo que decir lo que pienso genera en los demás un tsumani de reproches, insultos, egoísmos.
Me pregunto,¿en que mundo desarrolle mi personalidad? ¿Acaso no es el mismo mundo de mis contemporáneos?
Cual es la impronta que marca la forma de ver la vida, quien es aquel que nos vende los anteojos a medida que sucede la vida, para que cada uno alcance a ver la vida en un color determinado.
Se muy bien que somos seres únicos e irrepetibles, que la vida sería muy aburrida si todos funcionáramos iguales, que en la diversidad está la riqueza de las relaciones humanas, pero apuesto a una diversidad que enriquezca, que nutra, que me haga despertar cosas que tal vez dormían en mi, esa diversidad que lleva a sentir placer al compartir lugares comunes, a maravillarme por lo que aún tengo que aprender, a una mirada positiva, con aires positivos.
Yo se bien que sueño una utopía, pero deseo un mundo dónde cada uno, se haga responsable de sus actos, que es la manera mas humana que poseemos de agradecer el ejercicio de la libertad. Podemos equivocarnos una y mil veces, pero somos unos necios cuando no reconocemos esas equivocaciones, cuando buscamos en el afuera la causa de nuestros fracasos, cuando no somos lo suficientemente maduros de tomar el timón de nuestras vidas, de elegir mares que nos hagan sentir vivos, de tener la posibilidad de desviarnos de aquellos mares turbios, inquietos, calcitrantes.
Sueño un mundo que está muy lejos, y sufro este mundo del que más de una vez deseo bajar