Vidas e Historias

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lunes, 26 de abril de 2010

Lo tangible


Plenilunio de amor, llenas mis ansias. Motivo de mirarte a la distancia. Me envuelves con tu luz, desnudas mi alma, atraviesas mi ser, obscenamente, me insitas al placer groseramente. Ferviente palpitar, liberas mis pecados, me sueltas a la vida, inundas el espacio.
Plenilunio bendito, desciende por mi cuerpo, atrapa mis gemidos, estremece mis venas, osado resplandor, húrtame mis suspiros, saquea mi inocencia, dispárame Cupido. Atrapa mis sentidos, róbame el aire inquieto, asfíxiame en tu amor, desmáyame de goce, que tiemblen mis caderas, que mis brazos se abran, al volar de los vientos, de pasión y de anhelos, de tristeza y consuelo.
Deséame eternamente, quita mi vida entera, libérame el instinto de mujer, de guerrera. Pídeme lo imposible, atrapa mi existencia, llévame allá tan lejos, sácame la decencia. Arrópame en tus besos, con caricias que duelan, en palabras que quemen, con gemidos que teman, llévame para siempre, no quiero en esta tierra pasiones intangibles, solo quiero tu esencia, bálsamo que al curarme, regrese en tu presencia.

poema: valeria vergara
foto: valeria vergara

sábado, 24 de abril de 2010

Nunca se supo, nunca se sabrá




Nunca se supo, nunca se sabrá


Había llegado bañado en sangre, entre sonidos insistentes de sirenas, gritos desesperados, personas confundidas. Caminaba como quien perdió su rumbo, su mirada caminaba diez pasos más adelante. Le dolía cada milímetro de su piel, sus oídos le zumbaban, sentía que a su cuerpo lo atravesaban miles de dagas, dagas inquisidoras que le robaban la vida.
Dio cinco pasos, vio un par de ojos azules, la silueta de una mujer de blanco, pensó en un ángel ¿acaso sería esa la entrada al cielo? y cayó desvanecido al piso.
Cuando despertó, se encontraba en una cama que lejos de sentirse cómoda y tibia, imitaba a la cama de un fakir. Le recordaba cada espacio de dolor en su cuerpo, se imaginaba que un ser minúsculo y perverso caminaba por su piel con un cigarrillo encendido y lo iba apoyando haciéndole sentir una hoguera en su piel.
La puerta se abrió, y por ella entro una enfermera, blanca inmaculada, caminando con soltura, moviéndose con gracia y firmeza. Colocó una bandeja con jeringas, gasas, desinfectantes sobre una mesa, y dándose vueltas dijo:
Me alegro que ya esté con nosotros, todos esperábamos ansiosos y llenos de esperanza este instante.
¿Todos? pensó él, y comenzó a lanzar en medio de una tremenda extenuación, una sin fin de preguntas que nada le aclaraban.
Quiso recordar sus días previos, o sus meses previos, pero sus recuerdos se rehusaban a dejarse hallar, jugando a las escondidas en los laberintos de su integridad desintegrada.
Cómo un ave delicada, sutil, sensual, la enfermera se acercó a él, comenzó a limpiar y curar cada una de las heridas que aún no terminaban de cicatrizar. Por momentos lo miraba a los ojos, y veía que por ellos rodaban lágrimas de insolente dolor. Trataba de ser delicada, no aceptaba la idea de hacer sufrir a ese hombre que por tantos meses había estado cuidando.
Nadie en todo ese tiempo preguntó por él, figuraba como un NN, que triste pensar en ser nadie se planteo más de una vez.
Pero hoy, había dejado de ser nadie, hoy despertó a la vida, hoy se enteraría de su nombre, de su historia, de cómo llegó aquella noche a la guardia bañado en sangre, aturdido, dando tumbos, para culminar de bruces contra el suelo.
Más él no supo quien era, no pudo decir su nombre, no atestiguó sobre su historia, no hubo relatos, ni aventuras apasionantes, ni amores rotos, ni fiestas, ni celebraciones.
Su mente era una hoja en blanco, un sin número de nada, un inventario de olvidos, los desechos que prosiguen a un incendio, un cúmulo de realidades irreales, de preguntas sin respuestas, de nadas nacidas de la nada.
Nunca se supo, como llegó aquel ser a ese lugar, nunca supo quien fue, mucho menos se supo que fue de él, cuando una mañana cansado de ser nadie, dejó un hueco de ausencia, en la cama de aquel cuarto de hospital.

ALMAMÍA

Autor: Valeria Vergara
Autor de la ilustración: Valeria Vergara

Amores equivocados



Al llegar la noche, mira hacia el cielo, dejándose encantar por la silueta de esa exótica dama. Su cuerpo vibra al ritmo del paso de la sangre por sus venas, las plumas iluminan la terca oscuridad, mientras espera que ella aparezca. Se desespera, no puede concebir la idea de que esa noche no logre adorar la gloria de su existir.
Ella es tan cambiante, a veces se la ve entera, llena de fuerzas, sublime. Otras veces comienza a menguar en su existencia, tal vez el pasado la nubla, y hace que se desvanezca su fortaleza. Hay días en que no sabe de ella, y siente terror, su cuerpo se parte en mil pedazos ante el pensamiento de no volver a verla. Pero ella siempre lo sorprende, empieza poco a poco a dar señales, primero tímidamente se la ve aparecer en el cielo dibujando una línea curva, que a él le provoca una mezcla de entusiasmo y alegría.
Ella ríe, sabe muy bien que él esta escondido entre los pastizales, sus plumas brillantes lo delatan cuando ella lanza ríos de luz sobre su cuerpo. Y comienza el juego más hermoso jamás visto sobre este mundo, tan cargado de miserias, de voces que no se atreven a declarar verdades. Se hablan sin palabras, él le declara su amor con solo mirarla, ella en respuesta lanza hilos de luna que le acarician el cuerpo, él le pide que no lo deje, ella se sonroja ante tremenda muestra de amor. Debo partir le dice, sólo se me permite salir de noche, si el amo del universo descubre que vuelvo tarde a la casa del infinito seguramente nunca más permitirá que vuelva a visitarte. Y si yo no aparezco, ¿que será de los enamorados? esos que esperan mi presencia para decirse palabras de amor. ¿qué será de los lagos? cuando esperan ansiosos mi presencia para dibujar reflejos sobre sus aguas.
Él se entristece, siente celos desea poseerla solo para su vida. Siente que ella no le corresponde de la forma en que el la ama. Entonces toma una decisión, no quiere volver a verla. Hasta nunca le dice, si no puedo tenerte prefiero olvidarme que existes, y dejar que las horas acaben con mi desgraciada vida.
Ella no podía creer lo que escuchaban sus oídos, quiso hablar, pero él abrió sus hermosas alas y desesperadamente abandonó el lugar.


Desde aquella noche, la luna apagó su brillo, las estrellas se admiraban al notar que aquella dama tan hermosa envejecía con el pasar de los días.
En otro sitio del monte, bajo un árbol centenario, él agonizaba, su cuerpo había perdido vitalidad, sus plumas habían ennegrecido, no podía comer, mucho menos cantar. Sus allegados no comprendían que sucedía, trataron de mil maneras de levantarle el ánimo, pero todo era en vano, la muerte lo acechaba.
Entre delirios soñaba que su amor perdido descendía de los cielos y lo tomaba en sus brazos, que le susurraba al oído palabras de amor eterno, que acariciaba su rostro, que lo bañaba con pasión de luna. Pero la despertar se encontraba solo y sabiéndose morir, cerró sus ojos, pensó en su amada y permitió que el final de sus días se apodera de él.


Cada noche, la luna continúa con su trabajo de inspirar a amantes, a poetas, o a locos errantes. Ya no lo disfruta, sólo lo hace para ver si en algún momento su amado se hace presente.
Pero nunca llegó, pasaron los meses, los años, los siglos, ella sigue siendo la extraña y exótica dama que por las noches ilumina la tierra alumbrando cada rincón del mundo.
Él, por quererlo todo se quedó sin nada, prefirió morir a compartir, eligió la soledad a disfrutar de la compañía.
Amores equivocados.
Elecciones, el sendero que marca la vida.

ALMAMÍA

Autor: Valeria Vergara
Autor de la ilustración: Valeria Vergara

miércoles, 21 de abril de 2010

Señora del desconsuelo




Virgen del olvido, señora del desconsuelo, me rehúso a ser devota de tu egoísta religión. Dama de las llamas, del infierno en mi cabeza, del sangrar de mis heridas. Patrona de las tempestades, de los ruidos que no suenan, de las pieles que no sienten, de salivas que perfilan insultos, de lenguas licenciadas en ahogar verdades, adictas a tejer mentiras.
Madona de los buitres que atribulan, virgen del fin del mundo, del ocaso de todos los tiempos ¿en qué libro sagrado se agotaron tus liturgias? Profetas que enferman de pavor, al descubrir que el futuro les juega un juego perverso, profecías burdas e insolentes profecías.
Cerrar los ojos, espantar a la virgen de la locura, la madre del vinagre en las venas, conquistadora de voces que aturden mil cabezas. Mi mente ya no ha de tener fuerzas. Cruel mujer, si naciste para proteger, ¿que ha pasado en este mundo que te has vuelto instigadora de delirios?
Seguir buscando y verte, allá a lo lejos demasiado lejos, la distancia me roba los suspiros, quiero alcanzarla, lo logro. No me dejo convencer, sus ojos compasivos, sin embargo me llenan de consuelo. Igual que las hileras de faroles cuando el día se acaba y la noche no llega. Cuando el tiempo te alcanza y la muerte no espera.

ALMAMÍA

martes, 20 de abril de 2010

Hay una mujer



Hay una mujer que viste un cuerpo, vacío por dentro. Una vida simple, mediocre aburrida. Hay una mujer que no espera que un día por las calles los ojos de algún hombre la dejen desvestida. Esa mujer se apaga, derrumba su mirada, agota sus sudores, olvida los sabores, enmudece, oscurece hasta caer rendida.
Hay una mujer que un día despierta, se quita la ropa, se mira al espejo, camina hacia las aguas de placeres mundanos, que no mira hacia atrás, que se anima a la vida. Que no piensa en resultados, que entierra las recetas, que no negocia más, que se enfrenta a si misma.
Hay una mujer distinta, singular, atrevida, alocada, voraz con ansias de comerse de a mordiscos la vida. Hay una mujer errante, que goza de la brevedad de los minutos, de la sensualidad de los segundos. Hay una mujer que se siente mirada, deseada, añorada, que a volar ya se atreve.
Hay además una mujer salpicada por las altas mareas que revientan contra los farallones, pero hoy no es el día, en que permitirá que el dolor apague sus faroles. Mañana tal vez mañana será el día.
En que rendida a la realidad, caiga vencida.